LA ESPERANZA DEL NACIONALSINDICALISMO
El camarada Gustavo Morales, me ha hecho llegar un
enlace que en verdad es un trabajo bien hecho por parte del grupo que intervino
en su realización. Opinión, por lo que veo, comparte Pepe Storch y ello, es un
buen síntoma.
Entiendo que el escrito, tanto en su fondo como en
su forma se encuadra dentro de la ortodoxia más estricta. Por añadidura me ha
dado pie, dado su carácter didáctico, a escribir sobre una cuestión que me
preocupa: el futuro del nacionalsindicalismo, que como no podía ser de otra
manera, está en manos de los jóvenes, con las ventajas e inconvenientes que
ello acarrea.
Supongamos que nos encontramos ante un auditorio de
jóvenes, protagonistas del futuro de nuestra ideología y que es preciso marcar
unas pautas, un plan de acción, para que su percepción de la misma, no se
encuentre contaminada desde el principio.
Sigamos suponiendo que debemos decidir quién o
quienes van a impartir las clases de conocimiento en sus dos vertientes; la
primera, conseguir su atención sobre lo que se va a impartir. Logro que solo se
podrá llevar a cabo, si las propuestas revolucionarias se enmarcan dentro de la
actual sociedad española, y en ningún caso se emplee el tiempo en alabanzas y
homenajes a camaradas que por desgracia hace muchos años están en los luceros.
Claro está, sin abandonar el espíritu revolucionario que nos inculcaron.
Y ahora lo más delicado: decidir los que impartan
las clases de conocimiento revolucionario. Sin mencionar a ningún grupo, cosa
que nunca haré, desafío a que se elija una comisión al respecto, con la única
condición de consensuar el plan de acción comentado, a grupos de jóvenes, que
mediante una labor de proselitismo revolucionario, se haya conseguido despertar
su interés por nuestra propuesta. No habrá caso: si en total, podemos contar
con digamos quince grupos o grupúsculos, a buen seguro se obtendrán otras
tantas propuestas al respecto.
Si se consigue salvar el escollo, viene la otra
parte, las frases grandilocuentes, que no son momentos para incluir en una
propuesta que se considere seria.
Me parece humano y comprensible el confundir
camaradería en su acepción política, con la de mantener el contacto con los
camaradas de siempre, rememorando etapas de nuestra juventud. Lo único, que esta
última posición nada aporta para inculcar el espíritu revolucionario.
Muy a nuestro
pesar, nuestra generación ha sido la que más ha contribuido a dar al traste, en
aniquilar cualquier vestigio, que pudiese llevar la esperanza a nuestras filas.
Por lo tanto, sería del todo deseable que los numerosos camaradas con
facultades intelectuales apropiadas se tomasen en serio la labor de enseñanza
en una escuela nacionalsindicalista, con jóvenes que representan la única
esperanza de futuro de nuestro ideal
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